Carta de
invitación
La carta de invitación es aquella
por medio de la cual solicitamos a alguna persona para que nos acompañe en una
ocasión especial determinada.
Al redactar una carta de este género, es preciso
indicar la causa que nos induce a desear la presencia de la persona invitada;
hacer la invitación en términos afectuosos y corteses; aducir las razones que
se creen más adecuadas y oportunas para conseguir que el invitado acceda a
nuestra petición, y manifestar al tiempo la esperanza de ver realizado nuestro
deseo.
Al contestar a la carta de invitación se pueden
presentar, como para la de pedido, dos casos distintos: aceptar o rehusar la
invitación.
En el primer caso se maniflesta nuestra adhesión,
se agradece la atención de que uno ha sido objeto y se ofrecen los propios
servicios.
En el segundo caso se patentiza la gratitud que nos
merece la persona de quien procede la invitación, se dan a conocer las causas
que nos impiden poder aceptarla y el sentimiento que por este motivo
experimentamos, y se desea una ocasión mas favorable.
La carta de pésame es aquella por
medio de la cual se manifiesta el pesar o dolor que se experimenta por algún
infeliz acontecimiento que haya podido afligir a la persona a la cual se
dirige. Las cartas de pésame son frecuentemente motivadas por el fallecimiento
de alguna persona digna de aprecio y estimación general.
Al redactar una carta de esta naturaleza, se suele
expresar la tristeza del escribiente y se trata de mitigar por todos los medios
posibles el justo dolor de la persona a quien se escribe, ya haciendo mención
de las virtudes del difunto; ya recordando, si se tienen sentimientos
religiosos, los dolores que sufría en la vida terrenal y que cesaron al pasar a
la eterna; ya describiendo el sentimiento que la pérdida de un miembro útil ha
causado a la sociedad, y el deseo que ha dejado de sí mismo.
Se concluye recomendando con afecto resignación y
ofreciendo los propios servicios.
Se contesta a la carta de pésame agradeciendo a la
persona de quien procede la participación que toma en nuestro dolor, el
importante servicio que nos presta y las ofertas que gentilmente nos hace.
La carta de reproche es aquella
por medio de la cual patentizamos nuestro resentimiento hacia la persona que
juzgamos ha faltado de un modo cualquiera al cumplimiento de alguno de sus
deberes.
Al redactar una carta de esta clase, se debe
exponer con prudente reserva la causa que nos induce a escribir la misiva; se hace
conocer con cordial franqueza la gravedad de la falta imputada, absteniéndonos,
al hacerlo, de toda expresión injuriosa y villana; se encarece el afecto que se
profesa a la persona reconvenida, o los sacrificios que se hacen en pro de
ella; se demuestra, en fin, la esperanza de reconocerla inocente o verla
enmendada.
A la carta de reproche se contesta con otra de
disculpa, si la falta tuvo lugar en realidad, y con una de justificación, si
los reproches son inmerecidos
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